viernes, 27 de agosto de 2010

Hasta Roche...


Está claro que el verano se nos va. Dando rabiosos y caldeados coletazos pero se nos va. Las pruebas más fehacientes están en la publicidad escolar de Carrefour, el nerviosismo de los maestros (aunque estos lo están ya desde mediados de agosto) y en el acortamiento de los días. Hoy por ejemplo he entrado a la playa, como de costumbre, sobre las siete de la mañana y no se veía casi nada. Menos mal que mi amiga sempiterna, la querida luna, me acompañó por los matorrales desde la carretera hasta la orilla. Se escondía y aparecía de nuevo entre las ramas, me iluminaba como la máquina de Lumière, pero sabía que venía conmigo. La primera fotografía que os pongo es la última que tomé esta mañana. Es una de las calas de Roche con un buque fondeado al fondo. Yo diría que es un barco congelador japonés de los que recogen el atún de la almadraba, pero no toméis esta información como segura, no la he podido confirmar. En todo caso la estampa era bonita, con eso llega. Hasta esa cala fue la caminata de esta mañana desde la Barrosa.





Las primeras fotografías tuve que hacerlas con apertura total del diafragma, unos doce segundos tardó en captar esta imagen de la playa. Las luces más grandes son los focos de un vehículo de mantenimiento.




Con este tipo de fotografías se difuminan los objetos que se mueven como bien sabéis. En este caso se difuminaron las olas, convirtiéndose en una nube lechosa. Porque olas había, te lo digo yo.


Para fotografiar a esta bella Barbie solitaria tuve que poner el flash. Y digo solitaria porque su novio estaba de juerga por otro lado, ya os lo mostraré mas tarde.



A veces da pena encontrarse sólo parte del equipo. En este caso no. ¿Qué iba a hacer yo con un buceador en casa?




Cuando llegué a Roche ya casi había amanecido del todo. Estas son las rocas que delimitan el final de la playa con la primera cala.





En una de las entradas había una gran cantidad de hamacas presas. Estaban esperando a que sus dueños y dueñas les liberaran de las cadenas. La gracia que les hará estar toda la noche atadas a una pasarela... ¿o no? Pensándolo bien, mejor en la playa mirando las estrellas que metidas en un maletero maloliente o una alacena cerrada ¿Qué pensáis?






El las rocas de las calas se dan estampas muy bonitas con las olas rompiendo.







Esta es una red ensimismada. Una red enredada.








Cero. Porque cero entre cero es cero... ¿a que sí?









Y digo yo... si ves una boca solitaria en la orilla... ¿quién va a ser tan mala persona para no ponerle siquiera dos ojillos? Pues claro, leñe.










Esta es una vista del restaurante El Timón desde la playa. Tengo que reconocer que las vistas desde su terraza hacia la playa son mejores que ésta. Dónde va a parar...











Cuando me iba a cercando a estos chicos me iba diciendo: ¿Están en realidad andando sobre las aguas como aquel famoso profeta? Y recordé la famosa parábola.


- ¡Lázaro anda! Y Lázaro andó.


- Anduvo, carajote.


- Bueno... anduvo carajote los tres primeros días, luego que si copitas por aquí, que si tapitas por allí...


Uy, que me he confundido de parábola... la de la caminata sobre las aguas era otra ¿no? En fin, que parecía que estos chavales estaban andando sobre las aguas. Eso.




Y lo que estaban haciendo era surfing. Ya ves.





Con un remo se iban desplazando de pie. Lo que estos críos no sepan...




Más huellas. Que pechá de huellas. Estas de jacas tempraneras.




Y aquí está el novio de la Barbie. Sabe dios la noche que se habrá metido en el cuerpo. Anda, anda... corre que la Barbie no para de preguntar por ti... rufián.

jueves, 19 de agosto de 2010

Camposoto

Ya ves, propongo una entrada con el nombre de Camposoto y la primera fotografía es de la Caleta en Cádiz. Pero todo tiene su por qué. En septiembre del año pasado organizamos una visita guiada al CAS, Centro de Arquelología Subacuática, que está situada precisamente en su balneario, en el bello edificio semicircular sobre la playa. A veces nos enfrascamos en localismos absurdos y no nos damos cuenta de que todo está relacionado, que cualquier tema que tratemos de la actualidad, historia, geografía... está ligado de una u otra forma al vecino, y este al otro y así sucesivamente. La sede del CAS es una monada, pero he leído que hay quien propone que se utilice el castillo de Sancti Petri como nueva sede y yo desde aquí me sumo a esa propuesta. Es un sitio emblemático y supongo que con más amplitud que el CAS. Durante la visita que realizamos resultó evidente su falta de espacio: precisamente hacía unos días que habían aparecido unos veinte cañones de la guerra de la independencia junto al puente Zuazo y allí se palpaba la preocupación, no había sitio material para el tratamiento electrolítico necesario a tantos cañones (fue necesario recurrir a la empresa privada para solucionar este tema)

Durante la visita pudimos contemplar piezas de todo tipo recuperadas del fondo del mar. Algunas de ellas muy importantes, como ánforas y pequeñas piezas votivas. Esta era fenicia había sido recuperada en la ensenada de entrada a la propia Caleta.



Tuvimos la fortuna de contar con Mili como guía. La arqueóloga se mostró muy agradable, simpática y nos deleitó con todo tipo de explicaciones sobre las piezas que nos iba mostrando.




Y ahora viene el tema que enlaza con la playa de camposoto. Durante la Batalla de Trafalgar en 1805, una de la más importante de nuestra historia, y que también se desarrolló en nuestras costas gaditanas, se enfrentó la flota franco española comandada por Villeneuve a la armada británica de Nelson. Fue una carnicería, en total más de tres mil muertos y dos mil quinientos heridos... ¿puede nuestra mente imaginar siquiera lo que eso supondría? A veces las cifras se enfrían con el tiempo, nos parecen datos técnicos más allá de las vivencias humanas. Yo, cuando leo esas cifras, no dejo de recordar las callejuelas de Cádiz o San Fernando, sus vecinos, sus mujeres y niños desamparados esperando noticias. Los grandes buques no eran otra cosa que cubículos donde convivían ciudadanos que en sus casas dejaban a sus familias y sus niños, esos que también se limpiaban los mocos con la manga.

Uno de esos buques era el Fougueaux, navío francés que después de la batalla vino a morir arrastrado por la tormenta hasta la playa de Camposoto.





Tuvimos la inmensa fortuna de visitar el CAS en los momentos en los que era posible ver muy de cerca los objetos recuperados del Fougueaux y el Bucentaure. Mili nos mostró como veis cada uno de ellos. Fue algo que no puedo describir aquí, podíamos tocar objetos que acompañaron hace dos siglos a unos hombres en una feroz batalla y que, además, dichos objetos se convertirían en su submarino ajuar funerario. ¿Sabéis qué puede ser este objeto cilíndrico? ¿No? Muy bien, entonces os lo explicaré más tarde, es bueno dejar algo para la intriga.



En el Fougueaux en concreto fallecieron más de seiscientos hombres. A alguno de ellos perteneció esta hebilla de zapato.


Y tanta emoción se merecía una pequeña ceremonia. La misma se celebró en El Manteca, tasca típica donde las haya y muy cercana a la Caleta donde, como podéis apreciar en esta foto, es muy afamada su vajilla de celulosa.


Y llegamos así a ayer mismo. Mi paseo por la playa de Camposoto y que os muestro a continuación estuvo en todo momento influenciado por aquella visita. Constantemente miraba al interior del mar, imaginando ese lugar a ocho metros de profundidad donde descansaba el pecio del Fougueux. Incluso esta bandera roja de aviso a bañistas me pareció relacionada con batallas y navegantes.


¿Soy exagerado si digo que esto también me pareció fruto de alguna feliz batalla? El amanecer, que dispara la imaginación amig@s mi@s, qué le vamos a hacer...




Tanto hablar de huellas en otras entradas que hasta las nubes su pusieron celosas y dejaron las suyas en forma de lluvia para poder salir en este blog.


Hasta los bunkers, sólidas formas de hormigón, parecen navíos varados en la arena con el paso del tiempo.



Una vez al lado de uno de ellos intenté mirar dentro pero no había forma, esta foto la hice poniendo la cámara en una de las aberturas redondas como la que podéis apreciar aquí y activando el flash. No supe que encontraría hasta llegar a casa. Decepción, esperaba encontrar el rostro del monstruo de bunker delante del objetivo pero no pudo ser.



Hay muchos objetos que llegan a la playa después de cientos de kilómetros navegando por el mar. Esto parece el tocón de un olivo centenario. ¿Desde dónde habrá navegado hasta aquí? ¿Qué tormenta lo arrancó de la tierra que lo sustentaba? ¿A qué tribus humanas alimentó con su fruto? Preguntas... la playa es vida. La vida es preguntarse.


Este bunker es como un inmenso robot de hormigón. Incluso parece abrir la boca. ¿Se comerá al castillo?


Tendría guasa, tanta restauración, tanto dinero invertido, para que al final llegue un bunker cualquiera y se lo trague de un bocado.


Caminé tanto que hasta las olas me parecieron de arena.


Dice la leyenda que cuando Dios terminó la creación se dejó caer sobre Galicia y dejó las marcas de sus dedos. Así se crearon las rías gallegas. Luego se acercó a Andalucía, miró sus playas y quedó tan admirado de su obra que no se atrevió a descansar sobre ellas, tan sólo las tocó y dejó sus huellas dactilares...

Esta es una baliza para guiar a los navegantes en la entrada a Sancti Petri.


Más huellas. En esta parte de Camposoto habitan miles de roedores, de esos grandes y de rabo largo, esos. No recomiendo a nadie pernoctar en sus dunas. Son sus habitantes, no quisiera que esta circunstancia enturbiara la belleza de estas playas. Las cosas son como son.


Estas son de un ave. Podrían ser de una focha... no sé muy bien.
...y el focho le dijo a la focha: "cuando te vas, tus huellas son puñales..."


Si es que atrae, este castillo atrae, no sé que tiene...


Ya ves, antes hablábamos de la hebilla del calzado del francés que murió en estas aguas y aquí encontramos, como en una especie de monumento a lo estival (nada funerario por cierto), a una chancla solitaria.


Este barquito ya lo conocéis, pero esta vez está tomado desde la otra orilla. De babor a estribor.


Esta foto resulta muy curiosa porque por aquí no suelen navegar al mismo tiempo barcos de este tipo. Dio la casualidad que estuve allí para mostrároslo.


Todas estas fotos de Camposoto están tomadas desde San Fernando. Lo que se ve enfrente es Chiclana, Sancti Petri en concreto. Siempre me han llamado la atención estos barcos que el tiempo se encarga de ir desguazando poco a poco.


El puerto deportivo desde la misma orilla.


Y me decía yo para mí... ¿de qué se alimentarán tantos roedores? Aquí está la muestra. Este pez era muy grande y ya habían dado buena cuenta de sus carnes blancas.


La Batería de Urrutia. Es un fortín defensivo que resultó de gran importancia en la guerra de la independencia y otras batallas. Siempre se nombra al puente Zuazo como línea defensiva que no logró cruzar el francés, pero la batalla fue constante desde Puerto Real hasta este punto en El Trocadero, Matagorda, el Puente Zuazo... La ciudad que veis al fondo es San Fernando. Suelo decir como Jorge Drexler que yo no sé de dónde soy, mi patria está en la frontera, más que nada por lo que decía al principio de esta entrada, odio los localismos excluyentes, pero soy cañaílla de nacimiento y viví allí hasta hace cuatro años.


Otra perspectiva de la Batería de Urrutia. Por la entrada de la derecha se entra al sendero habilitado hasta los accesos de la playa de Camposoto. Es un paseo agradable, más si se hace en otra época del año, ahora es más conveniente hacer el paseo por la playa debido a la cantidad de mosquitos que abundan por los matorrales.



En esta charca de la marisma se puede apreciar la cantidad de bocas de la isla (cangrejos violinistas) que pululan por allí.



Este es el comienzo del sendero que os citaba.

Y este es de nuevo el castillo enmarcado por un mirador de madera hablitado recientemente. Espero que os haya gustado el paseo Camposoteño. Hasta la próxima. Ah, por cierto, el extraño cilindro que nos mostraba Mili en la cuarta fotografía es una lavativa, sí, como lo lees, una de esas que sirve para lo que tú sabes. Pues nada, a seguir disfrutando.




martes, 10 de agosto de 2010

Rosario, Chano, las olas y el iPhone.

A Rosario y a Chano les gusta la playa. No tienen muchas ocasiones de disfrutarla, pero cuando lo hacen ponen todo su empeño para que nada se lo estropee. Ella se levantó temprano hoy. Mientras cuajaba la tortilla a fuego lento limpió la nevera escrupulosamente con un chorrito de lejía y la llenó de botellines de Cruzcampo muy fríos, un melón y poca cosa más. A Chano le fastidia el trasiego de gente en las zonas más populares de la Barrosa, así que siempre que puede se coloca frente a los lujosos hoteles de Novo Sancti Petri. Conoce un pasadizo casi secreto por dónde acceder a la playa entre palmeras y césped. Rosario y Chano apenas se cruzan con algún que otro turista con meybas de color rosa o azul celeste y señoras con lentejuelas colgándole del sombrero. Llegan a un sitio tranquilo junto a unas dunas, su sitio, el sitio al que accedieron en Mobylette mil y una veces y en el que pelaron la pava antes de que los hoteles que ahora les rodean estuvieran siquiera dibujados en un plano. Se hablan poco sin estar enfadados, no necesitan muchas palabras. Chano coloca en el suelo la nevera y luego la sombrilla dándole sombra. Se quita el único botón de la camisa a la altura de su ombligo, mira a su alrededor enseñando el colmillo de oro y se da dos palmadas en la oronda barriga, como diciendo “ya está aquí Chano”. A rosario le hace falta poco para disfrutar en la playa: un Diez Minutos o el Pronto, una cervecita de vez en cuando, su sillita y, con la puesta de sol en ciernes, su paquete de pipas.

Hoy acompaña el tiempo, hace calor y el levante se ha calmado un poco a pesar de que está subiendo la marea. Hay muy poca gente a su alrededor. Una chica joven y delgada llega con una hamaca plegable. Deja su bolsa de playa sobre la arena y se sienta entre ellos y la orilla. Chano sonríe para sí, Rosario no tanto, sabe que él no es muy descarado, pero ya conoce demasiado bien sus gustos. La chica se desnuda y, como Rosario había previsto, deja lucir un cuerpo bello, moreno, sano… joven. Chano comienza a lamentarse de la cercanía de la chica, está seguro de que tendrá que disimular durante horas, mantener el tipo, desviar la mirada por no extasiarse con tanta turgencia y tan estrecho tanga. Es educado, no pecará de descarado, pero el no haber visto a una mujer desnuda, incluso en el cine, hasta que no cumplió los veintidós años de edad le pasa aún factura erótico-emocional. La chica se tumba sobre la hamaca cerrando los ojos. El sol parece despechado y arrima carbón a su caldera.

Un hombre joven con bañador naranja y un pequeño cocodrilo en la pernera se les acerca con determinación. Lleva una toalla del hotel Iberostar en el hombro y tabaco y móvil en la mano derecha. Mira de reojo a la nevera azul de Rosario y Chano, la única en aquella zona. Es lógica su extrañeza; bufé libre y chiringuitos de hotel no casan mucho con aquella imagen tan campechana. Se tumba sobre la toalla a escasos cinco metros a pesar del espacio vacío a su alrededor. No se protege del sol, ya está más que bronceado pero parece mantener un pulso con el lorenzo. Pocos minutos después se le acerca una mujer y se tumba a su lado. Cuchichean, miran a Rosario y a Chano. Estos se dan cuenta pero no hacen caso, ni siquiera hablan entre ellos del descaro de la pareja. Rosario se enfrasca de nuevo en su Diez Minutos. Chano se da cuenta de que están hablando con cierta sorna de su nevera. Les mira, luego la abre y saca de ella un botellín helado y sudando gotitas de condensación. Quita la chapa de la botella con el filo de su silla, sin mirarla, como quien abre un cacahuete, y bebe con cara de satisfacción sin quitar los ojos de la pareja. Los rostros antes burlones cambian de expresión y se vuelven ridículos.

La marea sigue subiendo. No se sabe si es el tiempo el que pasa rápidamente o es el oleaje quien aligera el paso. La última andanada de olas llega a dos metros escasos del bolso de la chica solitaria dormida. Chano sabe que si no la avisa a tiempo se le mojará. Espera que se dé cuenta ella misma, no le apetece trastabillarse hablando a una chica guapa mientras ella le observa fíjamente a través de sus pezones. Aún tiene tiempo, seguirá atento mientras se tumba sobre la arena.
Su bañador ancho con rayas marrones ya no tiene braguero, sucumbió a los lavados y tantos años de sal y sudor. Al tumbarse, desde la posición de la pareja, se le puede apreciar sin esfuerzo el conjunto peludo y oscuro de sus atributos masculinos. La visión no pasa desapercibida y los tortolitos comienzan de nuevo su cuchicheo mofante. Chano y Rosario se dan cuenta de nuevo. No dicen nada.

Él se levanta y se sienta de nuevo en la silla.
Una ola se acerca hasta medio metro de la bolsa de la chica solitaria. Chano sabe que en tres olas más se mojará. Una, dos… salta raudo y la levanta al tiempo que la ola sobrepasa por debajo la hamaca de la bella durmiente. Ella despierta con un susto y se dirije a Chano como quien le agradece a un bombero haberle sacado de un fuego asesino. La pareja ha observado la escena y continúa con su complicidad cuchicheante.

La tarde camina lenta como la marea. Parece que las olas calman su ímpetu conquistador y dejan de avanzar, pero es más por la inclinación de esa parte de la arena que por otra cosa. Chano conoce bien las treguas maliciosas de la marea y comienza a edificar un muro de arena con sus pies alrededor de la sombrilla. Por parte de la pareja, aún más sorna. Suena el móvil del joven cuchicheante. Una retahíla de nombres extraños y en voz muy alta consigue vencer al murmullo de las olas.

- Sí, en el IBEX, pero no compres… déjales que ofrezcan antes… No, eso lo dijo el Economist, pero no está contrastado… sí, a cinco ochenta la acción… es que estoy en la playa… por supuesto, luego te llamo…

Cuando termina de hablar mira sonriente a Chano y a Rosario y deja su iPhone 4 sobre la toalla. No es una sonrisa cordial. Chano lo sabe, pero repite cervecita fría sin cambiar de gesto.

Pasan los minutos. Avanza la tarde y la pareja mirona y cuchicheante se queda dormida sobre sus toallas. Las olas comienzan a rozar la muralla de Chano y este se esmera en rehacerla. La siguiente ola se acerca a dos cuartas de la pareja joven. Chano mira de reojo. Les quedan tres olas… piensa. Se vuelve de nuevo hacia su muro de arena con las manos en la espalda y cuenta… una, dos, tres… Cuando se vuelve hacia la pareja lo hace con expresión tranquila, con los párpados a mitad de las pupilas, como quien ve volar a una gaviota tranquilamente. La ola arrasa a las toallas y a los cuchicheantes y casi puede oírse el chirriar del agua helada sobre sus ardientes cuerpos. Saltan asustados, les ha despertado la fría sorpresa. El hombre busca su iPhone 4 de pantalla grande, grita, la ola se lo ha llevado unos metros… corre… lo levanta chorreando… le quita la batería… sus nerviosas manos no atinan y el agua salada, mortífero elemento para todo lo electrónico, entra hasta las entrañas del iPhone 4. De repente se tranquiliza. Ya está perdido. Lentamente levanta la cabeza hasta la sombrilla a escasos metros de él. Chano ya no le mira, tan sólo abre su nevera, saca dos botellines helados y los abre con el filo de su silla, como quien abre dos cacahuetes, y le da uno de ellos a Rosario. Ella lo coge sin mirarle, no quita ojo de su Diez Minutos pero a pesar de ello atina a chocar su botellín contra el de Chano. Chinchín.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Costeando de Cádiz a Jerez (pasando por Los Toruños)

Hoy he constatado la importancia que está adquiriendo este blog. Nunca imaginé que llegaría a tanto, y me explico: He recibido una comunicación de un portavoz de la Casa Blanca elogiando la información aportada y pidiéndome asimismo un nuevo post con datos referentes a la influyente zona de Sotogrande ante le inminente visita de la familia Obama a dicha costa gaditana. Por otro lado he recibido también un correo de Mr. Jeb Bush, hermanísimo del expresidente Bush y asiduo de nuestras playas, pidiéndome (después de pelotearme un poco sobre la luminosidad de este mi blog, claro está) que incluya alguna entrada explicando los beneplácitos que reportaría a nuestra economía la construcción de un complejo hotelero en la maravillosa zona, virgen aún, del Palmar. He contestado amablemente a sus peticiones al tiempo que les he enviado como detalle de agradecimiento una receta china, para que cuando puedan degusten a mi salud un maravilloso cohombro de la Caleta.



Supongo que os habrá extrañado el título de hoy, "costeando de Cádiz a Jerez". En realidad es un título homenaje a dos de mis compañeros en esta dificil afición de la escritura: Juan de Cádiz, con quien dí el paseo playero origen de la entrada de hoy, y Loli de Jerez, quien amablemente me ha enviado un maravilloso poema inspirado en las huellas en la arena. Juan de Cádiz y Loli de Jerez... ¿no os ha sonado a cuadro flamenco...? En fin, aquí van algunas de las fotografías tomadas, a ver si os gustan.








Oryctolagus cuniculus, requiem cantin pace. Dicho así parece menos trágico... ¿no? Así es la vida, un continuo ir y venir de ciclos. Este conejito no tiene nada que ver con los que corrían alegremente por otros lares, pero da también muestra de la vida que discurre por el parque natural de los Toruños, donde está situada esta playa. Más de noventa tipos de aves conviven en el mismo.

Y cuando digo "esta playa" me refiero por supuesto a Valdelagrana. El paseo duró unas tres horas, partiendo de la misma Valdelagrana en el Puerto de Santa María hasta el río de San Pedro en las inmediaciones ya de Puerto Real. Si pincháis en esta foto podréis apreciar la ciudad de Cádiz a todo lo largo, en el centro las cúpulas de la catedral de Cádiz.

Habíamos salido a las 7.30 de Cádiz, antes de las 8 ya estábamos caminando sobre la arena, hora idonea para alagunos pescadores.


Y contrastando con la imagen del conejito, la alegría de estos perritos corriendo. Creo que no hay nada más contento que un perro cuando pisa la arena de la playa. Más contentos que un payaso por fuera.



Esto son zosteras marinas, especie de cesped submarino que sale a la superficie después del llamado mar de fondo.




Sí, sé que este sombrero es muy flamenco, pero os aseguro que no lo perdió Juan de Cádiz, ni Loli de Jerez ni Alinando de la Isla, por mumá que no.





Curiosa formación de dunas con las grúas pórticos al fondo. Caminando, caminando nos íbamos acercando a Puerto Real y sus astilleros de Matagorda.




Esto es un mirador en el parque de los Toruños con la universidad al fondo. Si hubiérais estado de senderismo por ahí y os hubiérais asomado al mirador en ese momento, podríais haber visto una especie animal muy rara paseando por su hábitat: los homobípedus playerus.




No, no son los restos de la paella de Villarriba o Villabajo... Son las conchitas que llegan hasta la orilla, entre ellas muchas de navajas, también llamados muergos, abundantes en la zona.




Y aquí por fin el rio San Pedro desde la orilla que no se suele visitar mucho. Es curioso apreciar la cercanía de las viviendas y los barquitos atracados.






Uno de los botes, tan viejo y deslucido como agradable a la vista. Las redes en su interior parecían canas de viejo (comentario de Juan), yo diría que del capitán Nemo o de Neptuno por lo menos.





El mismo bote con otro detalle de la cúpula de la universidad al fondo. ¿Nos ponemos trascendentales? ¿Quién maneja la barca de los miles de jóvenes que se matan a estudiar para después no encontrar nada que valga la pena...?



Agujero de un cangrejo violinista o como lo llamamos por aquí, una boca. Los mariscadores de toda la bahía las sacan de sus agujeros en el fango, no como éste que está en arena, y les arrancan con habilidad la pinza grande, que es en realidad lo único que se consume. Esta es una forma curiosa de mantener el sustento ya que no es necesario sacrificar al animal y la pinza se les reproduce de nuevo con su tamaño original. Mientras comen suelen hacer una especie de bolita con los restos en la arena, es como si jugara a hacer almóndigas. ¿Que no se dice almóndigas? No ni ná, desde 1726, míralo en el diccionario y verás. Y como aquí se ven las huellas del cangrejito, me parece buen momento para enseñaros el poema de Loli:


HUELLAS EN LA ARENA

Hoy he visto huellas en la arena,
rastros de caminantes buscando el sol y el mar.

Sentada junto al mar se pierde la noción
del tiempo . Gime tu recuerdo entre las olas,
la bajamar se lleva el vano intento
de mojarme con agua del ayer.

Buscare un lugar, otra playa donde
dejar la desnudez en la arena mojada.







Gracias Loli por tu regalo.
.
Desde allí podíamos ver bien las estructuras que se están construyendo para el nuevo puente sobre la bahía. Parece ser que habrá cierto retraso en la terminación, no sé. Yo mientras tanto seguiré paseando con las arenas masajeándome los pies.




Y nada más, esta es la playa de Valdelagrana cuando llegamos de vuelta, ya a las 11 h. Fue un bonito paseo. El tiempo se portó y la compañía de Juan, como siempre, fue un añadido muy agradable. Fue suya la propuesta de esta ruta y suyo el acierto, espero repetir. Hasta prontito.