domingo, 27 de octubre de 2013

¡Pañolito!

Resulta curioso, muchas de las cosas bonitas que se cruzan en mi camino me recuerdan momentos de mi infancia. Esta mañana paseé por la zona de la Torre del Puerco y me paré junto a este curioso escaparate. Unos chicos marroquíes vendían estos coloridos pañuelos a los pocos usuarios de la playa que aún disfrutan del sol a estas alturas del año.
 


Me recordaron ese juego en el que uno de los niños se pone entre dos grupos con un pañuelo en la mano. ¿Lo recordáis?

 
 
Desde allí he visto paisajes preciosos, pero eso ya no es novedad.
 
 
 
 
 
Y también algún que otro bichito.
 
Durante parte de mi infancia oí una frase que no entendí hasta que fui mayor: "te temo má que a unah pahnúa". Yo pensaba que unas parnúas serían unos seres horribles que atemorizaban a todo el que se les cruzara. Con el tiempo descubrí que la frase era en realidad: "te temo más que a una espada desnuda..." Cosas del andaluz.
 
 
Y hablando de expresiones andaluzas, a este bichito le llamábamos una "alúa". Es una hormiga alada o "aluda". En realidad no es una especie extraña, es de la misma hormiga común pero con la particularidad de que son reinas que después de una tormenta buscan donde anidar y crear nuevos hormigueros. Pincha aquí, es un blog con más información sobre este tema. 
 
 
 

Aquí un grupo de surfistas esperando olas. La mar en calma no se presta a la diversión. Parece que estuvieran diciendo: "¡mardita karma!" ¿Qué no conocéis ese libro? Pincha aquí. Si te gusta reír mientras lees, no te lo pierdas.


 
 Por fin llegaron las olas, y la diversión para este chico. Espero que os hayan gustado mi paseo y las fotografías. Hasta prontito.
 
 


domingo, 20 de octubre de 2013

Ora Marítima


Hace unos veinte años llegó a mis manos un libro editado por el Servicio de Publicaciones de la Diputación de Cádiz: Geología de la Costa y Bahía de Cádiz. Se trataba de la reedición de “La Geología de la Costa y Bahía de Cádiz y el poema Ora Maritima, de Avieno” una memoria estudiada y redactada por el ingeniero de minas Juan Gavala y Laborde en 1959. Se trataba de un estudio de la costa de Cádiz a partir de las explicaciones que el poeta y geógrafo latino Rufo Festo Avieno reflejó en su extenso poema Ora Marítima en la segunda mitad del siglo IV. En dicho poema explicaba cada uno de los accidentes geográficos de la costa conocida y sus características. Como habréis deducido, de ahí tomé el nombre de este blog.
 
Rafael Alberti no pasó por alto el poema de Avieno y publicó un libro de poemas dedicado a Cádiz en 1953 con el mismo nombre. Aquí os lo pongo acompañado de fotografías que tomé en uno de mis agradables paseos gaditanos:
 
 

 
            … Y así naciste, oh Cádiz,
blanca Afrodita en medio de las olas.
Levantadas las nieblas del Océano,
pudiste en sus espejos contemplarte
como la más hermosa joven aparecida
entre la mar y el cielo de Occidente.

 
 
Traías en tus manos fenicias el olivo
y un collar para Tarsis,
para su poderosa garganta plateada.
En ella se abrasaron tus ojos, sobre ella
reclinaste la frente, y fuiste rica,
la avara marinera que en el viento
de Nuestro Mar tendía, victoriosa, su nombre.
 
 

Así en las infernales
brumas dolientes del Ocaso abriste
las Puertas Gaditanas
como las arcas del más bello tesoro.
Sobre tus dos entrelazados mares,
Hércules, venerada luz, ardía,
divina fuerza, sol de la aventura.
 
 
 
Ya el fin del mar, los límites del mundo
en ti no se encontraban.
Tú misma los borraste con tus naves,
oh clara estela del Oriente, oh soplo,
brisa inicial, anunciador camino.
 


Como reina de todos los metales,
reluciste en el trueno y el relámpago
de la celeste voz de los profetas.
La plata que de Tarsis alzaban tus navíos
llena está de sus sílabas ardientes.
 
 
Dijo Ezequiel a Tiro, oh Cádiz, madre tuya:
“Tarsis contigo comerció, debido
a la gran multitud de sus productos.
La plata, el plomo, el hierro y el estaño
ella los dio en tus ferias.”
 

 
 
Y también Isaías dijo a Tiro,
oh Cádiz, madre tuya:
“Y las naves de Tarsis
salen para traer tus hijos de muy lejos
cargados con su plata.”
 
 
 
Y dijo Jeremías,
alabándote, oh Cádiz, tus tesoros:
“De Tarsis traerán la plata martillada,
que vestirán de cárdeno y de púrpura
las manos del artífice”.
 


Cargada está la mar de tus naves, henchidas
con el viento solano están sus velas.
Anclas de plata, no de plomo, lucen
por los azules puertos asombrados.
Oigo los cantos de tus marineros,
oigo sus remos dando en las espumas,
oigo un clamor antiguo que hoy me llega
batido por el sol de tus dos mares.

 
 

Taza de plata ya, vaso de luz, esplendes
entre las olas desde tus orígenes.
Así mi corazón te guarda, así lo habitas
desde aquel tiempo, oh Cádiz, que tus ojos
en mis dunas mirándote me vieron
y arrodillada sobre el mar me hablaste.

 

 

jueves, 17 de octubre de 2013

Anclas y pinos

 
 
 
 
Hoy he paseado por los alrededores del puerto pesquero de Conil de la Frontera. Allí, en al desembocadura del río Roche, donde se unen el mar y los pinares, están los almacenes y oficinas de la almadraba. Las redes que conforman el copo, esa especie de laberinto en el que terminan encerrados los atunes, se sujetan al fondo con gran cantidad de pesadas anclas. No son instalaciones fijas, se montan y desmontan con cada paso migratorio de los atunes. Mientras tanto se depositan junto al almacén de la almadraba, como podéis observar en la segunda foto, en una especie de batallón disciplinado esperando las órdenes de la batalla submarina.
 
 

 
 
 
Cuando observo una catedral, un puente romano, cualquier otro monumento u objeto que haya requerido un gran esfuerzo, pienso siempre en las gentes sencillas que trabajaron allí y en las penurias que pasaron. Me imagino sus vidas, sus relaciones, sus comidas entre esfuerzo y esfuerzo. Pienso en sus sueños, sus amores... Y estos objetos varados, clavados en la arena por su propio peso, no son una excepción, son otro monumento al trabajo duro de la mar. Os dejo con un poema de Pablo Neruda:
 
 
 
Oda al ancla
 
Estuvo allí, un pesado
fragmento fugitivo,
cuando murió la nave
la dejaron
allí, sobre la arena,
ella no tiene muerte:
polvo de sal en su esqueleto,
tiempo en la cruz de su esperanza,
se fue oxidando como la herradura
lejos de su caballo,
cayó el olvido en su soberanía.

...



Pablo Neruda

 
Dedico esta entrada a las componentes del Club de Lecturas Café con Letras de la Cruz Roja de Chiclana.