lunes, 11 de marzo de 2013

Lavaculos

Está claro que las tormentas terminan por traernos belleza. Llevamos unos días saturados de lluvia y hemos aprovechado un claro para pasear por la playa de Lavaculos cerca de Sancti Petri. Al pasar por el río Carrajolilla recordé que os he puesto aquí alguna que otra compuerta, pero me paré para fotografiar ésta porque está impecable y se puede apreciar claramente su simple pero efectivo sistema de elevación. El canal de entrada de agua pasa por debajo de la carretera en este caso.
 
 
 
 
 Comenzamos a caminar en la primera pista de La Barrosa. La bruma dejaba ver a duras penas el arco que forma la playa hasta Conil.
 
 
 
Nos llovió un poco durante la caminata, pero las nubes se fueron despejando. Aquí se puede ver Torrebermeja.




Y paseando llegamos al punto mágico. Suelo mostraros fotografías de esta zona, me encanta pasear por aquí.




Las nubes se hicieron protagonistas: cuando estábamos entretenidos se transformaron en pollitos, caras de osos, marajás con turbantes...
 
 
 
 
 
Y llegamos al monolíto que nos informa del punto mágico. Aquí hay una placa en la que podemos leer la siguiente información:
 
Caminante, desde aquí tus ojos contemplan hoy el mismo escenario que hace tres mil años contemplaron los fenicios y eligieron para construir su famoso Templo a Melkart (hoy Castillo de Sancti Petri). Tú disfrutas ahora de este espectáculo único que tanto los fenicios como Aníbal y Julio César pudieron ver al atardecer durante los equinoccios de primavera y otoño cuando el candente disco solar se ponía justo en la vertical del Santuario de Hércules antes de que, según sus creencias, se apagaran las aguas del Atlántico con estruendosos chirridos.


 
 
Por aquí suele haber paseantes, pero el día estaba un poco desapacible. Siempre que veo una playa vacía tengo una agradable sensación de Robinson Crusoe, y soy consciente de la suerte que tenemos algunos.




 
Al ratito nos cruzamos con un perro de aguas que traía a un señor a su lado. Tenía ganas de juego (el perro, no el señor) y durante un rato jugamos a tirarle un palo que luego nos traía solícito. Nos recordó mucho a nuestro querido Zarco.





 
Esta fotografía la he recortado un poco. Sus colores me recordaron un cuadro de mi amiga Manoli que os mostré hace ya dos años.


 

 
En esta ocasión las nubes se pusieron a cantar por camarón. ¿Veis la boca abierta a la derecha?


 
 
 
De vez en cuando aparecen en la arena estos conductos calcificados, una especie de vivienda oficial de gusanos marinos. Curioso ¿a que sí?
 




Pero más curioso resulta este extraño trozo de plástico. ¿A que os parece un resto de plástico de un envase o algo parecido? Pues no, en realidad no es plástico, es el esqueleto de una fragata portuguesa. Ya en otra ocasión os la mostré entera, podéis verla de nuevo aquí.


 
 
 
Las vistas que nos ofrecen las nubes sobre el mar son grandiosas. Cambian de forma constantemente y parecen disfrutar sugiriéndonos figuras.
 



 
Y la luz después de una tormenta ayuda a las nubes en sus juegos.





Me encontré con esta cebolla. Tenía ya algunas hojas asomando y en un principio me recordó el poema de Alberti, "se equivocó la cebolla, se equivocada, pensó que el mar era huerto, se equivocaba..." Pero luego me di cuenta de que era yo quien se equivocaba. No era una cebolla huertana, sino playera...
 




Las hojas que podéis ver al fondo de esta fotografía son plantas nacidas de cebollas como la que os mostraba antes.

 
 
 
 
Seguí caminando y me encontré a este bañista solitario. No me pude resistir, lo siento. Cuando estaba a su altura se lo dije... ¿qué pasa tronco?





Para el regreso decidimos caminar por el pinar. Desde la playa hay un sendero que pasa entre dos señalizaciones para la navegación. Estos dos faros ayudan a los marineros a entrar en el puerto deportivo de Sancti Petri.





Esta fue una zona de acampada libre hace ya algunos años. Ahora no está permitida, pero hace algún tiempo no era extraño ver tiendas de campaña, mesas, neveras, coches... y por supuesto, niños jugando a la pelota. Quizás por eso tiene este árbol esta extraña forma, parece haber mimetizado a uno de aquellos niños en un paradón futbolístico digno del mismísimo Iribar.





Y para terminar, me extrañó ver que en un fin de semana tan marcado por la celebración del día de la mujer trabajadora, me encontrara con unas setas con el color del feminismo, el violeta. Sirva esta entrada como modestísimo homenaje a todas las mujeres. Un beso playero a todas las que entráis en este rinconcito.