Hoy os enseñaré las orejitas. No, las mías no, las del mar. Son esas conchitas pequeñas con forma de oreja tan difíciles de localizar por las orillas. En otros lares las llaman ojos de Santa Lucía.
Todos sabemos que las caracolas son los seres a través de los cuales los humanos podemos oír el mar. Las orejitas son los que le sirven al mar para oírnos a nosotros. Hay quien se dedica a buscarlas cada vez que visita una playa. Una de esas personas es mi compañera, Alinanda. Desde hace ya muchos años ha demostrado una verdadera habilidad para encontrarlas para deleite suyo y decepción de todo aquél que se atreva a retarla en un paseo playero. Es fácil que, sin mucho esfuerzo, consiga el doble que tú o que yo. ¿Suerte, habilidad, vista…? Yo qué sé, el caso es que no hay quien le gane. ¿Y qué hace luego con las orejitas? Pues las colecciona. Tiene miles de ellas y nos sirven de adorno en una mesa con tapa de cristal. La verdad es que queda muy bonito, aquí tenéis la muestra de lo que os cuento.
Y esto es una puesta de sol que aparentemente no viene a cuento, pero sí. Mientras el sol se ponía, estábamos Alinanda y yo paseando y buscando orejitas. Resultado: Alinanda 7- Alinando 2 (como casi siempre)
Y todo por una cosita que muchos de nosotros no sabemos muy bien de dónde sale… ¿o sí? Pues claro que lo sabéis, la orejita no es otra cosa que el opérculo de un tipo concreto de caracola, la llamada "bolma rugosa".
Supongo que alguna vez habéis comido cañaíllas, pues esa tapita que tiene el bichito en el extremo y con el cual se esconde en su caracola se llama "opérculo".
Aquí tenéis una caracola completa, con su orejita y todo. Es de Sancti Petri, por eso es tan bonita.