sábado, 16 de julio de 2011

Exposición Abril Morillo

No suelo anunciar eventos en mi blog, pero esta es una ocasión especial, primero porque Abril es amiga y segundo porque sus trabajos, siempre elegantes, suaves y sensibles, están con frecuencia relacionados con el mar. La exposición comienza hoy en el Hotel Fuerte de Conil. Le deseo lo mejor y espero que disfrute con la experiencia. No os lo perdáis.

sábado, 9 de julio de 2011

Thabo





Thabo se baña cada día en la playa. Juega con sus amigos mientras los pescadores faenan en el mar. El baño se acaba con el regreso de las barcas, toca entonces ayudar a desembarcar pescado, embarrancar las quillas en la arena y conseguir a cambio, con picaresca, el mayor número de peces para su familia. En uno de sus juegos en la orilla ve llegar a lo lejos un objeto blanco flotando sobre el vaivén de las olas. Nada hacia el con curiosidad y sin mojarse la cabeza. Algún que otro rizo de espuma se sube a su cabello pero el tupido azabache lo repele como si fuera piel de rana. A medida que se acerca se va entusiasmando más, nunca había visto nada parecido flotando con tanta ligereza. Lo alcanza y se extraña de su tacto. Lo levanta sobre el agua y comprueba que no pesa casi nada. Sonríe mientras patalea para mantenerse a flote. Sus dientes se esfuerzan en parecer más blancos que el objeto. Lo agarra con las manos y se desplaza hasta lo orilla aleteando los pies. El objeto flota tanto que le resulta fácil nadar agarrado a lo que comienza a ser su tesoro. Sus amigos le rodean en la misma orilla, se muestran extrañados y sonríen nerviosos de envidia. Más dientes blancos. Durante casi tres meses juega con el objeto en la playa cada día. Es un trozo de corcho blanco que va redondeándose y del que se van desprendiendo poco a poco pequeñas bolitas blancas con cada jornada infantil. Lo usa de almohada cada noche, teme que algún desaprensivo se lo robe. Ni Thabo ni nadie de su aldea había visto antes nada igual. Cierto día, en uno de sus baños alegres, se levanta una brisa marina más traviesa de lo normal. El trozo de corcho blanco se le escapa de las manos y corretea sobre los rizos de las pequeñas olas entre escupitajos de espuma. Thabo no lo duda, se adentra en el mar nadando tras su tesoro sin oír (o sin querer oír) los gritos de sus amigos.

Años más tarde llega un joven médico a la aldea. Usa métodos extraños: manda excavar letrinas para evitar contagios, enseña a las mujeres a cocinar con más higiene, intenta convencer a los hombres para que usen unas extrañas bolsas colocadas en sus penes… pero no consigue muchos avances a pesar de su sempiterna y blanca sonrisa. No se rinde y consigue ciertos materiales a través de una organización amiga para su precaria consulta en la aldea. Llega con una camioneta cargada de cajas con medicinas y extraños aparatos. Llama a tres jóvenes de su edad para que le ayuden a descargar y desembalar. Una vez las cajas en el centro de su consulta, las abre rodeado de los jóvenes. Los chicos se asombran. Más sonrisas blancas. El médico no entiende tanta alegría pero aprovecha el asombro colectivo para continuar desembalando, se agacha sobre una de las cajas y va dando a cada uno de los ayudantes un trozo del corcho blanco con el que vienen embalados los microscopios, tarros, sueros, etc. No les mira al hacerlo, sólo va repartiendo corchos mientras libera a los objetos de sus envoltorios. Los chicos miran al doctor y luego se miran entre ellos, cada uno con uno o dos trozos de corcho blanco en sus manos. El mayor de ellos se atreve por fin, mira fijamente al médico consiguiendo que éste se levante extrañado y le pregunta sin más…

- ¿Thabo?