miércoles, 7 de diciembre de 2011

La anguila blanca



Esta mañana salí de la piscina y me dirigí a casa andando. Había amanecido un día luminoso y frío, daba gusto pasear. Decidí caminar junto al río Iro, hay un carril bici paralelo a la orilla desde el que a veces se pueden observar patos y garzas. Hoy mi paseo coincidió con la hora en la que la marea queda quieta, indecisa, retomando fuerzas para desandar su camino por las marismas.

Las desembocaduras de los ríos endebles no sólo crecen con el agua dulce que traen, también se alimentan dos veces al día con las mareas. Se podría decir que tienen dos amores, su esposo, el fiel, el que la visita dos veces al día: el mar. Y el otro, el que tiene una o dos crecidas fuertes al año… el amante inesperado e impetuoso, el agua dulce que viene de las montañas arrasando.

Durante mi paseo no se podía apreciar corriente alguna, sólo una leve ondulación del agua debida más bien a la brisa. Busqué entre las retamas con la vista, a veces sale a nadar alguna pata con una hilera de patitos tras ella. Hoy no los ví, pero sí algo que me llamó la atención: una anguila blanca bajando el río en la misma dirección que yo, ondulando levemente su cuerpo, acompañando mi paseo. Me resultó tan curioso que me detuve en la orilla para observarla mejor y… no podía ser… ralentizó su marcha como esperando mi compañía de nuevo.

Visito con frecuencia el punto mágico de Sancti Petri, me dejo llevar a veces por la magia de la poesía, me divierte descubrir a veces algunas casualidades imposibles, pero no dejo por ello de ser muy racional en mis observaciones. Sin embargo hoy no conseguía encasillar aquella experiencia en mi raciocinio: la anguila blanca comenzó a nadar serpenteante por el centro del río en cuanto yo reanudé mi marcha.

En mi infancia he oído a viejos hablando de las angulas del río Iro. Contaban que las pescaban cerca del Berrueco hasta donde llegaban las anguilas a desovar. También he oído historias de la navegabilidad del río en la antigüedad, teoría que parece confirmarse con los descubrimientos recientes de yacimientos fenicios en el cerro del castillo. Historias oídas, las que yo percibí en persona no pasaron de ver y oler una pestilente corriente de aguas rojizas debido a los vertidos de la pellejería. Ya no existe esa contaminación, la vida del río parece mejorar por momentos pero… ¿hasta el punto de hacer retornar a las anguilas? Y en ese caso ¿por qué una anguila blanca? El paseo me daba la oportunidad de hacerme preguntas al tiempo que la anguila me acompañaba. De nuevo me detuve un momento y de nuevo ralentizó su marcha, como esperándome.

Llegando a un puente peatonal miré a mi alrededor. A veces se necesitan testigos que confirmen lo que estás viendo con tus propios ojos. No vi a nadie. Instintivamente miré hacia arriba. No me pregunten por qué. No quiero decir con esto que buscara una explicación que viniera del cielo. Pero hete aquí que sí, que la respuesta me vino de la bóveda celeste. Una respuesta inesperada, completa, nítida, como una paloma espiritual que iluminara con su llamita mi conocimiento, o más bien como un pájaro plateado y metálico, porque eso era, un pájaro metálico. La anguila blanca era el reflejo de la estela de un minúsculo avión a reacción volando a no sé cuantos, muchos, pies de altura. Miré de nuevo a la anguila blanca, y pude apreciar entonces su minúscula cabeza plateada, y miré al cielo, y allí estaba, igual que la anguila blanca pero sin el leve onduleo de la brisa mañanera. Un río tranquilo es un espejo, y podría decir que esta mañana el río Iro era un cielo.




Imagen extraída de lavozdigital.es

4 comentarios:

Carmen dijo...

Pues sí, en realidad todo tiene una explicación, y eso es algo que a veces me exaspera porque me atrae lo inexplicable, pero siempre me lo arrebata una explicación. Bonito el trozo de tu historia de hoy, que bueno que nos pasen cosas tan diferentes en días tan parecidos.
Un beso.

genialsiempre dijo...

Me hubiese gustado más si no miras al cielo. Hoy habría salido a buscar la anguila blanca

Equilibrista dijo...

Ooooooooh qué guay. Qué pena que no fuera una anguila blanca, pero qué chulada de experiencia.

María Dolores dijo...

Bueno, desde que lo leí lo miro cada día. Por primera vez con el bla, bla, bla que tengo no sé que decir, así que digo:

ME ENCANTA. Ah, y puede que siga entrando hasta que que se me pase el encantamiento.

Loli.